Pasear por un cuidado jardín al atardecer, cuando las flores desprenden su aroma es un placer indescriptible. Hace unos días paseaba por uno de mis jardines favoritos, uno de esos jardines que descubres por casualidad.
Es un pequeño rincón oriental, hasta hay un pequeño templo sobre un diminuto lago. Es un pequeño jardín zen, a estos jardines se les conoce como Karesansui, se hacen con arena, que representa al mar, y están pensados principalmente para ser contemplados.
Me gusta sentarme frente a este pequeño jardín Karesansui y sentir los perfumes del jardín, las fragancias de rosas, lirios o violetas consiguen transportarme a un espacio de total armonía y bienestar.
Cuando vives en una gran ciudad, este tipo de espacios se convierten en rincones llenos de paz para conectar contigo y disfrutar de los pequeños placeres. Además de su exotismo y cercanía con culturas que me apasionan, una de las cosas que más me gustan de este jardín son los pequeños detalles en su decoración, y los aromas que se desprenden de sus pequeños templos.
La primera vez que paseé por este jardín me di cuenta de que, entre los suaves y dulces aromas de rosas y lirios, se mezclaba un aroma con mucha frescura, me olía a naranjas, pero no había ni rastro de ningún naranjo alrededor. Casi me vuelvo loca buscando el origen de ese olor, me obsesioné tanto con el tema que terminé preguntándole a todo el que pasaba por allí para saber de dónde venía ese aroma a cítrico tan inconfundible.
Tras preguntarle a varias personas, que ni se habían dado cuenta de ese detalle, una señora me dijo que ese aroma a naranjas provenía del templo. Había rosas cuyos pétalos estaban hechos de naranjas que servían a su vez como ambientadores.
Me pareció una idea de decoración estupenda, así que tan pronto llegué a casa me puse a buscar tutoriales para hacerlos y llenar mi casa de frescura. De hecho, no solo puedes hacer rosas de naranja, también se pueden hacer velas y centros de mesa y, como los aromas que llenan el ambiente de frescor son mis favoritos (sobre todo en estas épocas estivales) me puse manos a la obra.
Lo mejor de todo es que apenas se necesitan materiales, con la cáscara de media naranja, aceites esenciales y una cerilla para la mecha podemos improvisar una bonita vela de naranja, pero lo que sí necesitamos, claro está, son las naranjas, y no nos vale con cualquier naranja, tenemos que encontrar las mejores para conseguir el mejor aroma.
Lo cierto es que siendo de Valencia lo tenía más que fácil, recurrí a naranjasaldía que para mí es el proveedor de las mejores naranjas que he probado, muy jugosas y dulces, además puedes hacer pedidos y te las entregan en tu propia casa. Así mataba dos pájaros de un tiro, porque además de llenar mis desayunos de vitamina C podría divertirme con esta original idea de decoración.
Ahora, cuando tengo visitas todos buscan de dónde viene ese aroma tan fresco a cítrico, así que para jugar un poco con mis invitados primero les hago una pequeña ruta por el jardín oriental, y les digo que en su pequeño templo tienen una muy buena pista para descubrir de dónde viene ese original perfume a naranja.
Algunos aciertan a la primera, y a los más despistados termino vendándoles los ojos y jugando a que olisqueen las velas de naranja.
Y es que a partir de ahora ya no solo nos bebemos las naranjas también leemos y descansamos a la luz de sus velas.
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