Mis abuelos eran manchegos, de un pequeño pueblo de Toledo, y cuando éramos niños, con mis padres, tíos y primos, íbamos a veranear a su casa y nos lo pasábamos genial. Dice el refrán que: “¡Quien tiene pueblo, tiene un tesoro!” y he de reconocer que así es… Mis abuelos, aparte de la casa principal, tenían también una caseta en el campo rodeada por pinares centenarios y por unas tierras en las que mi abuelo Celedonio (sí, menudo nombre) cultivaba todas especies de verduras, hortalizas y legumbres con las que mi abuela hacía unos pucheros deliciosos. Solíamos pasar los fines de semana allí y de ello tengo un recuerdo diamantino que jamás se me olvidará…
