Estas son las 5 técnicas que te recomiendo para perder el miedo a volar.

Sudor frío, nervios en el estómago, ansiedad, parálisis muscular y temor recurrente: estos son los síntomas que suele experimentar una persona que sufre una fobia muy conocida (y extendida) por todo el mundo: la aerofobia.

La aerofobia, o el miedo a volar, supone un obstáculo bastante grande en la vida de muchas personas, sobre todo para aquellas que deben realizar vuelos recurrentes por negocios o por temas familiares. La sufre alrededor de un 30% de la población, y afecta de maneras muy diferentes a quien la padece, pudiendo provocar incluso, otras fobias parecidas de la misma.

Si eres una de esas personas o si conoces a alguien que la sufra, no te preocupes: tiene solución, y podrás conocerla si lees nuestro artículo.

Conociendo la aerofobia.

Como mencionábamos, la aerofobia es una de las fobias más comunes a nivel mundial y se estima que afecta a millones de personas, aunque los niveles de intensidad y los detonantes varían enormemente. Algunas personas experimentan un miedo leve y pueden volar sin grandes problemas; otras, en cambio, sienten tal angustia que evitan por completo subirse a un avión, limitando sus opciones de viaje y, en ocasiones, su vida laboral o social.

Para reconocer que una persona sufre esta fobia, se deben dar una serie de síntomas reconocidos, que, aunque no sean los mismos para todas las personas, comparten un patrón común:

  1. Aumento de la frecuencia cardíaca:

Uno de los signos más frecuentes es el aumento de la frecuencia cardíaca; este ritmo acelerado del corazón, conocido como taquicardia, viene acompañado de otros síntomas físicos comunes de la ansiedad, como la sudoración excesiva, especialmente en las palmas de las manos y en el rostro. También es habitual la respiración acelerada y poco profunda, una respuesta común ante el miedo, que puede hacer sentir a la persona que le falta el aire, incrementando la sensación de malestar.

  1. Tensión muscular.

Muchas personas sienten una gran rigidez en zonas como la mandíbula, el cuello y los hombros, que aparece mientras esperan para embarcar o en momentos críticos como el despegue. Esta rigidez puede generar dolor o molestias prolongadas. A este malestar físico se suma la aparición de mareos y náuseas, provocados por la activación del sistema nervioso en respuesta a la ansiedad.

  1. Ruido mental.

En el plano emocional, el miedo a volar suele ir acompañado de una sensación de incertidumbre continua que empieza antes del vuelo. Para algunos, pensar en viajar en avión genera una especie de “ruido mental”, en el que las preocupaciones y los pensamientos de posibles situaciones de riesgo se vuelven recurrentes. Estos pensamientos obsesivos, basados en el deseo de controlar la seguridad del vuelo, van acompañados de una hipersensibilidad hacia cualquier detalle o señal inusual en el avión. Algo tan cotidiano como los ruidos durante el despegue o el cambio de velocidad de la aeronave pueden desencadenar una ansiedad extrema, ya que se interpretan como signos de que algo no está bien.

¿Qué factores la desencadenan?

La aerofobia no suele responder a un único factor, sino a una combinación de elementos emocionales y psicológicos. La percepción de riesgo, uno de los factores clave detrás de esta fobia, influye en gran medida en el desarrollo del miedo.

A pesar de que el transporte aéreo es extremadamente seguro, la idea de estar a miles de metros de altura dentro de una estructura que depende del correcto funcionamiento de múltiples factores, genera una sensación de vulnerabilidad en muchas personas. Esto se suma al hecho de no tener control sobre la situación: el pasajero se encuentra en manos de los pilotos y el personal de vuelo, lo que refuerza la ansiedad en aquellos que necesitan sentirse autónomos para estar en calma.

También influye el tipo de personalidad. Las personas que tienden a experimentar ansiedad con más frecuencia o que son emocionalmente sensibles a situaciones nuevas o desconocidas suelen ser más propensas a desarrollar un temor a volar.

Por otro lado, en algunos casos, el miedo a volar puede intensificarse cuando el pasajero viaja acompañado de una mascota, especialmente si ésta debe trasladarse en la bodega de carga fuera de su vista y control. Este temor implica una ansiedad adicional, ya que la persona debe lidiar con dos temores: su propio miedo a volar, y la preocupación por el bienestar de su animal. Historias de mascotas que se pierden, que llegan deshidratadas o que no reciben un buen trato pueden atormentar a quienes viajan con animales y hacer que el vuelo entero esté envuelto en una ansiedad doble.

¿Está relacionada con otras fobias?

Así es: la aerofobia está muy relacionada con otras fobias, especialmente aquellas que se basan en la falta de control o el miedo a situaciones que se perciben como arriesgadas o desconocidas. Algunas de las fobias que más comúnmente se entrelazan con el miedo a volar son la claustrofobia y la acrofobia.

La claustrofobia, el miedo a los espacios cerrados, puede intensificar la aerofobia en muchos pasajeros. En un avión, el espacio es reducido, y el pasajero está rodeado de paredes sin posibilidad de salir o moverse libremente, lo que provoca una sensación de confinamiento. De hecho, tras el confinamiento que se produjo en 2020 para combatir el COVID, se descubrió que muchas personas desarrollaron claustrofobia.

Por otro lado, la acrofobia, o miedo a las alturas, también está vinculada al miedo a volar. Estar en el aire, a miles de metros de altura, es una experiencia que resulta especialmente angustiante para quienes temen las alturas. Aunque el avión les proporcione una estructura física sólida, la mera idea de encontrarse en el aire sin apoyo firme es suficiente para activar el pánico.

Otra fobia relacionada es la agorafobia, que es el miedo a encontrarse en situaciones donde escapar sería complicado o donde la ayuda podría no estar disponible de inmediato. Esta fobia se ve agravada en un avión, ya que durante el vuelo el pasajero no tiene opciones de bajar o salir, lo que puede llevarle a sentir una profunda ansiedad.

Técnicas que te ayudarán.

Para afrontar y superar la aerofobia, existen varias técnicas que pueden ser útiles y que se centran en reducir la ansiedad y en mejorar la percepción de seguridad durante el vuelo.

Una de ellas es sencilla: si vas a viajar y tu miedo es dejar a tu mascota en un lugar que te genera incertidumbre, debes contactar con la empresa adecuada. Según nos confirma Star Cargo, S.L. existen empresas especializadas que se encargan de tratar a tu animal con total delicadeza, a través de una gestión y organización realmente transparente. No debes tener miedo y conformarte: hoy en día puedes elegir.

Además de esta solución, te proponemos 5 más que puedes aplicar si sufres aerofobia ¡toma nota!

  • Terapia cognitivo-conductual (TCC).

La TCC es una de las mejores técnicas para enfrentar miedos específicos como la aerofobia. Esta terapia trabaja en identificar y modificar los pensamientos irracionales que generan el miedo a volar, reemplazándolos por pensamientos más realistas. A través de la exposición gradual, el paciente se habitúa a los aspectos que le producen ansiedad, como visualizar despegues, escuchar el ruido de los motores o ver simulaciones de vuelo, hasta que la respuesta de miedo se reduzca por completo.

  • Desensibilización sistemática.

Esta técnica consiste en la exposición progresiva al objeto de miedo; en este caso, el vuelo. Comienza con estímulos que generan un bajo nivel de ansiedad (como ver imágenes de aviones) y avanza hasta aquellos que provocan una respuesta mayor, como visualizarse en el avión. La exposición gradual se hace en un entorno controlado y bajo la supervisión de un terapeuta. Con el tiempo, esta práctica entrena al cerebro para que el vuelo se perciba como algo manejable, reduciendo el temor asociado.

  • Relajación y control de la respiración.

La respiración controlada y las técnicas de relajación muscular ayudan a reducir el estrés fisiológico que acompaña a la aerofobia. Ejercicios de respiración profunda y pausada, como inhalar durante cuatro segundos, sostener la respiración dos segundos y exhalar en seis, contribuyen a calmar la respuesta física de la ansiedad. Estos ejercicios también son útiles para enfocar la atención en el presente, disminuyendo el “ruido mental” que causa el pánico anticipatorio.

  • Simuladores de vuelo y programas de exposición.

Muchos aeropuertos y clínicas especializadas ofrecen programas de simulación de vuelo en los que los pasajeros pueden vivir una experiencia realista sin estar en el aire. Estos programas recrean el ambiente de un avión y ayudan a que las personas se familiaricen con el entorno, los sonidos y la sensación de vuelo, bajo condiciones de control y seguridad. La práctica en simuladores reduce gradualmente la ansiedad, pues permite enfrentar el miedo en un contexto más accesible y menos intimidante.

  • Visualización positiva y mindfulness.

Por último, la técnica de visualización implica imaginarse a uno mismo volando de forma segura, tranquila y confiada. Pensar en una experiencia de vuelo sin sobresaltos y en cómo será la llegada al destino ayuda a modificar la percepción negativa del vuelo. Por otro lado, el mindfulness, o atención plena, anima a mantenerse presente, observando los pensamientos sin juzgar o anticiparse, lo cual reduce la respuesta emocional ante el miedo.

Como has podido comprobar, la aerofobia tiene solución ¡igual que las demás fobias! Así que no te preocupes: ponte manos a la obra, y trabaja siempre en tu bienestar.

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